Liberación


La luz del amanecer tropical, jugando con su rostro, la despertó. Se sintió mimosa y se desperezó. Aunque había dormido como una niña una punzada de agujetas le recordó que ya no lo era. Era un recuerdo dulce de la noche de pasión que había disfrutado. A su lado, entre sábanas tormentosas, dormía él, aquel hombre que había cambiado su vida. ¿O había sido ella la que lo había hecho?
 Porque lo que tenía antes no era vida. Era existencia negra, sufrimiento, desesperación y soledad.
Y es que, aunque era una mujer inteligente, sensual, culta, tierna... Había cometido un error. María se había casado con Jenaro. Jenaro era el hijo de los vecinos de toda la vida. Crecieron puerta con puerta, con esa confianza que antes se tenía con los vecinos .  Hicieron lo que se esperaba de ellos. Solo que ella se convirtió en una jovencita espabilada, con inquietudes- llegó a terminar el borrador de una novela- y con un sentido del humor digno de una gran inteligencia.
 Y Jenaro se convirtió en lo que había sido siempre: Una seta. Grande pero una seta. Dominado por su madre e ignorado por su padre, desarrollo una serie de complejos y frustraciones que solo buscaban un objetivo para florecer. Y ese objetivo fué María.
 La boda fué convencional, el viaje de bodas rutinario y los comienzos frustrantes. El sexo una obligación cada vez mas rutinaria y los silencios cada vez mas pesados. Tuvieron tres hijos, por que se supune que era lo que había que hacer. Jenaro enseguida se despreocupó de ellos. Sobre todo cuando empezó a beber. Y a cubrir a María de toda clase de culpas. Focalizó en ella todas sus frustraciones- incluso las laborales-. No tardaron en llegar los malos tratos.
 Pero lo que mas le gustaba a Jenaro era humillar en público a su mujer. Esas largas cenas familiares y de amigos- aunque no tenían muchos- eran su terreno preferido.En esto era muy bueno e implacable. Con ello consiguió que hasta los hijos le perdieran el respeto a su madre, y luego el cariño. María estaba al borde del precipicio.
 Una noche, lluviosa y negra, volvían de una de esas cenas con amigos. Jenaro iba muy borracho. Comenzó a cubrirla de reproches. Volvió a repasar su matrimonio hurgando en las heridas mas sangrantes. María cerraba sus puños crispados, callando, mordiéndose los labios hasta hacerse sangre. Sabía que, al llegar a casa, los golpes seguirían a los insultos.
 De repente los vió. Un par de faros de camión. Algo dentro de ella surgió, como de un animal herido de muerte. El instinto de supervivencia. Agarró con firmeza el volante de su marido y lo giró bruscamente a la izquierda. A su alcoholizado marido no le dió tiempo de reaccionar.
 El informe forense fué fácil. Muerte de Jenaro por decapitación. Ella sobrevivió con una conmoción cerebral, fracturas en los dos brazos y rotura de vertebra cervical sin afectación medular.
 Tardó cuatro meses en salir del hospital. Sus hijos no aparecieron. Suponía que era porque no podían hacer nada para heredar, pues ella era usufructuaria. Además, aunque la acusaron de la muerte del padre, el nivel de alcoholemioa de este fué definitivo. El informe era claro.
  El forense, un tipo curioso, de gusto en el vestir caótico, era de la edad de ella. Tenían un sentido del humor muy parecido, oculto tras sus gafas gruesas. Lector empedernido, enseguida se intercambiaron libros. Era un tipo solitario y dulce que comenzó a frecuentarla mas de lo que exigía su profesión.
 Cuando ella salió de hospital él la estaba esperando. La cuidó mucho y la llevó a cenar cuando ella pudo salir a la calle. Después, mecidos por la voz de Sarah Vaughan, hicieron el amor.
 Un año después estaban en Tenerife. Ella lo había acompañado a un congreso internacional en Santo Domingo.
 Abrió la ventana de la habitación y respiró el suave aroma del Caribe al amanecer. La brisa envolvió su cuerpo desnudo. Era la caricia de la libertad.

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