Pocos personajes de nuestra historia son tan famosos y, sin embargo, tan mal conocidos como Fernando Alvarez de Toledo, el III Duque de Alba.
Lo sorprendente es que esta biografía es traducción, en el 2007, de un trabajo de 1985. El motivo de la traducción es el V centenario del nacimiento del aristócrata español, apenas conmemorado en España.
Uno de los alicientes de esta edición es el prólogo de Jacobo Siruela, cuarto hijo de la actual Duquesa de Alba. Es una reflexión reposada y documentada sobre su antepasado. Además la editorial de la traducción es del propio Jacobo.
William S. Maltby, catedrático de historia emérito de la Universidad de Missouri (USA), es un especialista en el Imperio Español, con obras como "La Leyenda Negra" o "El reinado de Carlos V".
El autor proclama, desde el principio, la intención de rescatar del maniqueismo la figura del Duque. Con ese propósito nos introduce, con formato de biografía clásica, en los origenes de la Casa de Alba, reinando Enrique II de Castilla. Pasa, entonces, a hablar del nacimiento de Fernando, su educación erasmista, su facilidad para los idiomas, su amistad temprana con Garcilaso de la Vega, el ambiente material en el que creció, su bautismo de fuego en La Goleta, su aprendizaje como estratega, etc.
Asistimos a su primer triunfo táctico, con la conducción de un jove Fernando de la caballeria española en el vado de Mittberg y su ascensión como Mayordomo Mayor de Felipe II. En todo momento se nos pinta a un hombre seguro de si mismo, alto, sombrío, ascético, muy religioso.Sorprende su anglofilia, acentuada en el viaje de Felipe II a Londres para casarse con María de Inglaterra. Allí se convierte en un avezado diplomático.
De vuelta al campo de batalla descubrimos a un estratega inteligente-nunca perdió una batalla- que articula unidades de élite y un general preocupado por la logística. También se nos muestra a un hombre culto, fascinado por la biblioteca de El Escorial. Pero no nos equivoquemos, el Duque de Alba era un español del siglo XVI, que rechazaba fanaticamente "la herejía". Nunca comprendió que el tema de Flandes era mas administrativo que religioso, mas económico que ideológico- la inquisición holandesa era mas dura que la española-. Así la sucesión de victorias no puede evitar que Flandes se escurra entre los dedos de España.
Cuando envejeció intentó legar a su hijo, Fadrique, su genio militar. Esto, como sabemos, nunca es posible.
Después de ser relevado de la Capitanía General de Flandes por otro gigante de la historia militar española, Juan de Austria, se encarga de la invasión de Portugal, otro desastre logístico que convierte en un éxito sin paliativos,donde muere, ya viejo el llamado "padre de los soldados".
La biografía, como decimos, huye de vilipendios de leyenda negra o ensalzamientos franquistas. Y ultimamente sometida a la sombra de la historia- no hay mas de media docena de biografías serias en las últimas décadas-de quien incluso sus enemigos coetaneos calificaron como" el más grande militar de su generación" cuyos métodos, sin duda crueles, eran uso común en aquellos despiadados tiempos. Este es uno de los principales fallos que algunos historiadores actuales cometen al analizar este período con los parámetros actuales.
En mi humilde opinión el autor consigue, de largo, el propósito de estudio equilibrado de la figura. Ello hace esta obra muy recomendable para los que quieran acercarse a esta figura y su tiempo.
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