Fantasmas del Pasado

Una conserjería de un ministerio es un sitio curioso. Eso es lo que pensaba Francisco en aquella calurosa mañana de verano. Llevaba el suficiente tiempo en aquel destino para saber que, aunque el trabajo no mataba a nadie, se componía de largos períodos de aburrimiento intercalados por breves momentos de agobio en los que, por arte de magia, le llovían las peticiones, las ordenes, las solicitudes de información...
 En estas divagaciones estaba cuando lo vió. En cuanto traspasó el umbral del edificio lo reconoció. No era posible; ¡Alberto!. Tenía que ser él. Después de treinta años... Estaba completamente calvo, con el pelo que le quedaba encanecido, pero no podía ser otro.
 Entonces Alberto también lo vió y acercándose al mostrador, cada vez mas colorado, pidió nerviosamente la información que necesitaba. Ninguno de los dos se atravió a salir de aquella absurda situación. Como dos vaqueros en un duelo se miraron esperando que el otro "desenfundara" primero. Ninguno lo hizo. Los segundos se estiraron hasta el límite.
 Alberto y Francisco se conocieron en el instituto. En aquella época militaban en organizaciones políticas radicales que se odiaban tanto entre sí como odiaban al "enemigo". Pero como eran minoritarios  en el centro- dos entre ochocientos- el instinto de conservación los unió. Y se hicieron amigos. Tenían el mismo enemigo, el resto del mundo, y eso une mucho.Todo era blanco o negro.
 Cuando la organización de Francisco se disolvió, este pasó a la de Alberto. Esto era muy típico allá por los primeros ochenta. Entonces fueron imparables. Leían los mismos libros, siempre de "los suyos", veían las mismas películas, oían la misma musica y, juntos, lideraban a una docena de chavales como ellos que se iban a comer el mundo. Odiaban a "los viejos", a  aquellos de su organización que habían participado en la Guerra Civil y que, "no los entendían". Pero sobre todo odiaban a los"traidores". No se explicaban porqué, cuando "su gente" encontraba una novia o un trabajo se iban.
 Tenía que ser una conspiración. Eso. El mundo estaba dirigido por minorias que no tenían nada mejor que hacer que impedirles llegar al poder. Pero daba igual. Ellos podrían con todo. Además las leyes inmutables de la historia estaban allí para ellos. Y aquella media docena de chavales aquijotados hablaba de lo que iban a hacer cuando llegaran al poder como de que película ver el sábado.
 El problema eran las mujeres. Todos ellos estaban salidos. A todos se les iba la vista detrás de un trasero o unos pechos contundentes. Pero eso era también culpa del sistema. El sistema había inventado el sexo para impedir su revolución.
 Se reunían en cafeterías con parte de arriba discreta para conspirar. Pero ocurría  que el dueño, a la segunda vez, no esta dispuesto a que, por el precio de un café cada uno, le espantaran a la clientela con aquellas soflamas. Otra muestra de la conspiración.
 Pero si les gustaba reunirse, más les gustaba ir a manifestaciones que terminaban siempre a palos. Y sobre todo les privaba la "noche de pintadas". Embadurnar la ciudad con pintura de spray era lo suyo.
 En fin, que pasó lo que tenía que pasar. Maduraron. El primero fué Alberto. Se fué a otra ciudad a estudiar una carrera. Cuando vino, en el primer verano, era otro. Tenía novia y había dejado el aspecto estrafalario que los caracterizaba. Y soltó la bomba. "Ya no creía en las ideas".
 A Francisco casi le da un infarto. El grito de "¡traidor!" acabó la discusión y no volvieron a verse. Poco podía imaginar este que, pocos años después, haría lo mismo que Alberto. Solo le llevó mas tiempo, mas lecturas y màs sufrimiento tomar la decisión. Pero entonces había perdido el rastro de su amigo.
 Pasaron los años y vino el trabajo, la chica, la hipoteca...
 En esos pensamientos estaba Francisco cuando se descubrió mirando la puerta del ministerio. Puerta por la que había salido Alberto como un fantasma del pasado. En su cabeza retumbaba el verso del poeta: "nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos"

2 comentarios:

Safo dijo...

Todos los que pertenecemos a cierta generación, tenemos esos fantasmas del pasado, que recuerdas con nostalgia, pero en la que no siempre cualquier tiempo pasado fué mejor.

Leonidas dijo...

Efectivamente Safo. El propósito del relato es rendir homenaje a aquellos que, en la adolescencia, adoptaron posturas políticas radicales. En esa época de la vida en que todo es puro e intenso, incluso el odio. Es un homenaje a aquellos que supieron madurar a tiempo, que asimilaron lecturas, reflexiones y que hoy, aún con cierta nostalgia, no se reconocen en aquellos críos. Y no se reconocen porque aunque han perdido aquellas ideas,se han arrancado las "etiquetas" y las han cambiado por un espíritu crítico, un carácter mas abierto y amigos-o incluso parejas- que en aquella época eran "el enemigo". Y todo ello los ha hecho mejores. Gracias por tu reflexión.

Publicar un comentario