El Puente

Lo había conseguido. ¡Volvía a casa!. Por fin mi trabajo de directivo en la multinacional me permitía tomarme unas vacaciones. Puse música de los setenta en mi flamante Porsche Cayenne y salí pronto. Por delante setecientos kilómetros rumbo al norte. Siempre al norte. A casa. Al mar, mi mar
 Devoré kilómetros sin pausa. Una fuerza, la nostalgia, me impulsaba.Ni respeté los límites de velocidad ni me multaron.
 En casa los saludos de rigor. Mis padres  me asaetearon a preguntas y reproches cariñosos. Que si no iba nada por allí, que si no escribía, que si no llamaba... Cené en casa, cebado por mi madre, mientras quedaba, por el móvil, con amigos antiguos. Dormí en la cama de mi adolescencia, que permanecía intacta, como mi cuarto. Me daba un poco de grima.
 Me levanté pronto. Tenía que hacer algo muy importante, y tenía que hacerlo solo. Se trataba de superar el último de mis miedos infantiles. Cuando era pequeño e íbamos toda la familia a la playa, pasábamos por un puente sobre la ría, a mitad de camino, en el que siempre mi padre alimentaba su ego masculino adelantando imprudentemente a otros coches. ¡Que mal lo pasaba yo!. Durante los adelantamientos fijaba la vista en el mar, seguro de que caeríamos.
 Cogí mi coche y tomé el camino de la playa, es decir, el del puente. A los veinte minutos lo ví. Era el mismo, encalado y viejo pero imponente. Bajé hacia la ría y lo enfilé. Ya estaba, ahora solo tenía que adelantar al coche que me perecedía. Diez años de conductor me avalaban. La maniobra fué perfecta y respiré aliviado.
 Pero cuando iba a salir del puente mis manos se agarrotaron sobre el volante y algo me obligó a pegar un volantazo.
 Sin poder evitarlo destrocé el quitamiedos y la barandilla de piedra y caí. Caí al vacio. El contacto con el agua fué brutal. Un muro de agua salada y fría se me vino encima y evitó que perdiera el conocimiento. Una angustia de muerte se apoderó de mí mientras me hundía con mi coche. No podía moverme, pero si sentir como me ahogaba. Entonces experimenté una extraña sensación de paz y ví unas formas blanquecinas y vaporosas girar en torno a mi vehículo. Cada vez se acercaban mas y...¡tenían cara!. ¡Eran calaveras!.Inmediatamente me sumí en un sueño frío, humedo, eterno...
 Desde entonces estoy aquí, vagando, convertido en forma blanquecina, vaporosa, con cara de calavera, esperando...¡Esperándote!

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