El cielo era ceniciento.El calor asfixiante. Francisco cruzó el pueblo desierto, sin percartarse de ello. Su caballo iba lento, como si no quisiera llegar a l doloroso destino del jinete.
Cogieron el camino de la ermita y enseguida llegaron. En vez de acercarse a donde estaban todos los carruajes y coches de caballos, Francisco ató a su caballo a uno de los últimos árboles del bosque. Entre avergonzado y nervioso se acercó, lo mas discretamente que pudo, a la puerta de la iglesia, iluminada por los rayos del mediodía. Le habían dicho que era a esa hora, pero aún albergaba una pequeña esperanza.
Entonces la vió. Al fondo, frente al altar, como una virgen, envuelta en un blanco irreal, estaba ella. ¡Y a su lado él!. José. ¡Que nunca se la había merecido!
Pero José era el hijo del cacique del pueblo y un gran partido. Y él solo era un pobre jornalero, que apenas podía sobrevivir.
Francisco se acercó, poco apoco, por el lateral de la ermita. Necesitaba hacer algo. Necesitaba ver los ojos de Margarita. De repente ella giró la cabeza, para habñlar con su madre y él los volvió a ver. Aquellos ojos verdes, como el mar en verano. Parecían felices Aquellos ojos que había visto, por primera vez, en la senda que cruzaba las tierras del cacique, que Francisco regaba con su sudor y que ella cruzaba para ver a su prometido.
Nunca cruzaron palabra. Ella nunca lo miró. Pero… cada vez que la veía, todos los dias , a media mañana, su corazón brincaba y el sol dejaba de ser cruel.
Poco a poco se fue enamorando de ella. En silencio, que es la peor manera de enamorarse. Sin esperanza.
Nunca se atrevió a decirle nada. Un dia se enteró de la boda. Y allí estaba. ¡Era verdad!. Salió arrolladoramente de la capilla. ¡Ahora ya no era discreto!. Seguido por la mirada de los invitados cruzó la puerta y se perdió en el bosque.
Nunca volvieron a verle. Unos dicen que se ahorcó, pero su cuerpo nunca fue encontrado. Otros aseguran que se fue a la capital, donde se perdió en los bajos fondos. Algunos juran que lo vieron embarcar para las Américas.
En lo que todos coinciden es que en el mismo momento en que se perdía en el bosque, un rayó impactó en un árbol y comenzó a llover desesperadamente.
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