¡Y van cincuenta!, parece increíble. Hace catorce meses no existía ninguno. No tenían vida propia.Eran meras elucubraciones de mi mente calenturienta.
Todo empezó en la infancia. Esto es una obviedad, ¿Acaso todo no empieza en la infancia?. Era consciente de que aquel mundo no me gustaba. La realidad era muy aburrida. Perteneciente a la primera generación de teleadictos, tuve la suerte de engancharme a una televisión de calidad-nada que ver con la actualidad-. Pero también tuve la suerte, por circunstancias que no vienen al caso, de engancharme a los libros.Lo hice de tal forma que en mi familia cundió el pánico. Me veían como una miniatura de Alonso Quijano y me prohibieron leer durante el curso. ¡Craso error!. Mis notas no mejoraron y los libros pasaron a ser oscuros objetos de deseo, trofeos clandestinos.
Y luego vinieron décadas de lecturas. Lo leí todo, lo digerí casi todo. Y entonces sucedió. Dicen que el maestro aparece cuando el discìpulo está preparado. Llegaron los talleres literarios. Hice tres talleres en un año. Yo soy así, o no lo hago o me paso haciéndolo. Pero de este empacho saqué algunas técnicas útiles y, sobre todo, ganas de escribir.
El paso siguiente fué el blog. Enganchado a la informática desde hace unos años, me apunté hace algo mas de un año a un curso de blogs. En una semana ya tenía el mío. Ahora faltaban los relatos.
Tardé un poco en arrancar. Siempre me pienso las cosas muchas veces antes de hacerlas. Como consecuencia el resultado se me representa, a menudo, mas dificultoso de lo que es en realidad. Afortunadamente tengo una "Pepita Grillo" que me impulsa cuando el viento no llena mis velas.
Y llegó un primer relato. Y experimenté, a humilde escala, aquello de lo que hablaban los grandes: Bloqueo, intuición, inspiración- una idea, un olor, un color, un recuerdo...Es cierto que un cuaderno de notas es indispensable-y transpiración.
Cuando el "leit motiv" de la historia se me representa, enseguida tengo un final. Con esas dos herramientas comienzo a escribir.Desde hace poco soy dueño de una maravilla de la tecnología que se llama net-book y ello me permite cultivar la hemingwayana costumbre de escribir nomadamente en cafeterías. Esta fase es puramente intuitiva, escritura automática, del tirón. Y sudando,con el pulso acelerado, sin noción del tiempo o el espacio-puedo escribir en cualquier sitio- llego al final.
Después me siento agotado, pero feliz. Entonces dejo reposar el asunto para volver sobre él horas después. Corrijo ortografía, léxico y sintáxis. Elijo una foto para ilustrarlo. Y ya está. Crear entrada. Entonces ya no me pertenece, ya se ha ido. Y van cincuenta.
¿Te supone el Año Nuevo un reto?
Hace 4 años
2 comentarios:
Felicidades por el relato nº50, de aquí a tu
novela hay un paso.
Gracias a tí por el ímpulso y la brújula.
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