Tucho se levantó anticipándose al despertador, como hacía siempre. Treinta años de servicio en el ejército lo habían acostumbrado a ello. Porque Tucho era militar. En realidad solo era Tucho para su sufrida mujer. Nadie en el cuartel se habría atrevido a llamarle Tucho. Alli era el Ilustrísimo Sr Coronel D. Alberto Iglesias Lois.
Después de asearse, ponerse el uniforme y las botas, se ajustó el cinturón que cada año era mas estrecho. Cuando entró en la cocina su mujer ya tenía el café recién hecho que él tomó de pié, como solía. Salió de casa para abordar el vehículo oficial que le esperaba. El conductor le abrió la puerta a la vez que se cuadraba. Aunque Tucho vivia a doscientos metros del cuartel le gustaban estos privilegios del mando. No en vano eran un premio a treinta años de servicio.
Treinta años atrás el coronel Iglesias era simplemente Tucho, soldado que hacia la mili en el Regimiento de Artillería de Costa nº2, el que ahora mandaba. Gracias a un enchufe era el ordenanza del entonces jefe de la unidad, un puesto cómodo. Pero todo cambió el verano de 1936. Tucho era cabo y le faltaban seis meses de mili. Aquel verano, sangriento y terrible, lo atrapó como a todos. Apolítico de vocación se vió, de repente, pegándo tiros en Asturias, donde fué herido. Condecorado por casualidad se le ofreció la posibilidad de ser oficial y se hizo alférez provisional. Vió cosas de las que nunca habló con nadie y acabó la guerra vivo e ileso. Era un oficial en la España de Franco y decidió quedarse en aquella institución que le daba seguridad. Se casó, tuvo hijos y con el tiempo volvió a aquella ciudad costera a mandar a aquel regimiento en el que empezó.
Todos estos recuerdos, sin saber porqué, le asaltaron hasta llegar a su despacho. Allí le esperaba su ayudante, un joven teniente recién salido de la academia, todo entusiasmo, que parecía un soldado de plomo.
- Ya se encargará el tiempo de gastar tus estrellas- pensó Tucho
El entusiasta teniente le alargó un dossier y le dijo:
- Viene del Ministerio, mi coronel, es urgente.
Tucho suspiró, y mientras se aflojaba el cinturón abrió el sobre manila. ¡Vaya hombre! mañana visitaría el regimiento una comisión francesa de gira en la Región Militar. Encabezada por un general "escoltado" por varios oficiales. Le llamó la atención el nombre de su ayudante "Lieutenant-colonel Nelle". ¡No podía ser!. Sería una coincidencia. Tucho pasó el muerto a su segundo en el mando y siguió con sus tareas aburridas y poco pesadas.
A la mañana siguiente su unidad, El Regimiento de Costa nº2, estaba formada en el Patio de Armas con él al frente, cuando llegaron los "franchutes". El general gabacho parecía el primo de De Gaulle. Alto, desgarbado y de edad avanzada. Era seguido por un grupo de oficiales franceses.
Después de la revista protocolaria cada uno de los jefes presentó a sus oficiales. Al llegar a la altura de su ayudante, el francés dijo: "Le lieutenant-colonel Nelle, mon adjudant"
Entonces a Tucho le dió un vuelco el corazón. No podía ser. Paco. Paco llevaba treinta años muerto.
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Hace 4 años
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