Fundido en Negro

Recuerdo que era Enero.. Era una de esas noches frías y secas que invitan al refugio. También recuerdo los nervios, los nervios por la inminencia de lo esperado, deseado, anhelado-¡Los condones…..Que no se me olviden los condones!-
Recuero su mirada, ansiosa, agitada, pero intentando aparentar serenidad. Una mirada de agua que jamás he vuelto a ver en otros ojos.
 Nos veo en la habitación, sin estar seguros del próximo paso, con una luz triste que no ayudaba. Y de repente una idea. ¿Nos duchamos juntos?. No fue un baño de espuma glamouroso, ni un con tacto para excitarnos. No hacia falta. Pero nos tocamos desnudos. aquel primer contacto fué inolvidable.
 Recuerdo, ya en la cama, que nos abrazamos. Hasta aquí todo bien. Pero cuando uno se ha educado sentimentalmente con el cine clásico y sexualmente con manoseadas revistas de neumáticas muchachas en posturas inverosímiles y perjudiciales para la salud, cuando llega el fundido en negro, la inseguridad es total.
 También me acuerdo de hacer cosas que los expertos dicen que no hay que hacer. Pero es que los expertos nunca dicen que la calidez de una piel femenina, en una fría noche de invierno, puede nublar el juicio del mismísimo Casanova. Recuerdo que el primero fue urgente, casi agónico. Luego la relajación, el regusto salado en mis labios, la satisfacción heroica de haber arrancado un primer orgasmo.
 No se me olvidará el abrazo perfecto, las confidencias al oido y las yemas de sus dedos recorriendo mi espalda. Aún puedo sentir su pelo en mi cara, su olor en mi… Afortunadamente los dos nos dejamos llevar y experimentamos juntos. A partir de ese momento la cama no fue necesaria. Visitamos otros lugares de la habitación
 Recuerdo como algo mágico el estremecimiento que sentí cuando ella tocó, con diversas partes de su anatomia, mi sexo. Entonces supe que el “amor propio” que había practicado con tanto disfrute ya no sería lo mismo.
 Lo que no recuerdo es el paso del tiempo. Todavía no se si se paró o se aceleró. Y volvimos a  ello, una y otra vez, en una eternidad que se nos escapaba y que queríamos detener a fuerza de placer. Pero no fue así. Llegó el amanecer y aquello terminó, aunque antes de que la luz cerrara aquella primera vez, nos juramos, además de otras cosas, volver a hacerlo, y pronto.
Cuando volví a mi casa, con el sol naciente saludando mi hazaña, como un samurai, caí en la cuenta de que ya sabía, por fin, lo que el cine clásico escondía con fundidos en negro.

2 comentarios:

Egeria dijo...

Precioso relato de "la primera vez", sin caer en lo grotesco y chabacano,es de una exquisited filmografica magnífica.
Te felicito una vez mas.

Leonidas dijo...

Gracias, Egeria, por tus elogios. He intentado hacer un relato con esas premisas que comentas. Si tu crees que lo he conseguido me doy por satisfecho.

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