La Venus de Botticelli

 A pesar de que todavía era Abril, aquella tarde era pesadamente calurosa en Florencia. Sandro entró solo en el Palazzo Vespucci. Unicamente se oían sus pasos. El ni siquiera eso. Conmocionado por la noticia, se había dirigido como un autómata hacia allí. En la Bottega amigos y discípulos habían tratado de disuadirle, pero solo habían conseguido un arrebato de ira que los dejó petrificados. Ni las apelaciones al poder de los Vespucci, ni a las consecuencias del escándalo le habían calmado.
 Y ahora estaba allí. Había cruzado la plaza como flotando y empuñando, bajo su jubón, una daga por si la guardia le impedía el paso. No fue así.
 Subió furiosamente la escalinata central y recorrió el largo pasillo acompañado, tan solo de sus pasos y del gemir distante de las plañideras.
 Al fondo estaba ella. Sobre un catafalco forrado de seda negra. Era un insulto para tanta belleza. Ella, sin embargo lucía un vestido lujosamente decorado con brocados y sedas dorados y celestes que la hacían parecer aún mas joven. A sus piés un ramo de rosas rojas.
 Pero lo mas extraño es que su cara, ahora sin vida, mostraba una belleza sorprendente, incluso para ella. La piel brillaba con una intensidad inalcanzable para cualquier maquillaje. Los labios rojos, mas rojos que nunca, esbozaban una sensual sonrisa y las pestañas, de las que ella se sentía tan orgullosa, ¡parecían haber crecido!. ¡Semejaba mas viva que nunca!. Como si en cualquier momento fuera a despertar y a abalanzarse entre sus brazos, como antaño.
 Pero entonces un demonio frío rascó su espalda. Se dio cuenta de que eso ya no iba a ocurrir nunca. Dios se la había arrebatado para siempre. Y, fulminado por la desesperación, cayó de rodillas presa de un llanto agónico. ¡Se ha ido!, ¡Se ha ido! . ¿Por qué, Por que?.....
 No supo cuanto tiempo transcurrió hasta que el mayordomo de la familia apareció y seca, discretamente, le dijo: Debéis iros Sire. Ahora.
 Avergonzado se irguió y salió de la estancia y del Palazzo para siempre. Entonces tuvo una idea. Recordó el estandarte que había pintado para Giuliano de Medici y que este había exhibido en “La giostra”. Recordó las exclamaciones de sorpresa y admiración del público.
 Pues aún no habían visto nada. Haría el mejor retrato de Simonetta que nadie pudiera pintar. Así sería inmortal. Una diosa. Eso es…, una diosa. ¡No circulaba una leyenda que decía que había nacido en Portovenere, donde la diosa Venus. Pues eso haría por ella. La convertiría en Venus. Y lanzaría al mundo el mismo grito que había hecho invicto a César. ¡Venus Victrix!. Y Venus vencería a la muerte.
                                                                   Dedicado a una Venus que, afortunadamente, está viva.

4 comentarios:

Egeria dijo...

Toques el palo que toques consigues superarte,es, es....delicioso

Leonidas dijo...

Tus comentarios son el combustible de mi creatividad.

Chela dijo...

¡Que facilidad! Una propuesta, y al instante un relato. Dicho y hecho.
Lo tuyo es la pluma. Me ha gustado mucho.

Saludos.

Leonidas dijo...

Gracias Chela. Animo con tu novela.

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