Los Domingos de D. Félix

Ahí está. Puntual como todos los domingos. Son las nueve de la mañana y ya está comprando los periódicos del domingo. Va impecable, con su pantalón perfectamente planchado, su camisa impoluta, remangada exactamente hasta el codo y su chaqueta de ante sobre los hombros.
 Y es que D. Félix jamás se ha puesto un chándal. Aunque se cuida y guarda la linea, jamás ha hecho ejercicio. ¡Y por supuesto nunca se ha dejado ver en público con semejante prenda!.
 Ahora enfila la calle hacia su cafetería preferida. Allí se tomará un desayuno completo a la vez que repasa la prensa y termina su libro semanal. La unica concesión que hace el caballero a la modernidad es su mp4, en el que lleva sus arias preferidas, que lo aislan de los demás.
 Y es que D. Félix no quiere aguantar a nadie. Pasada la cincuentena, D. Félix  es Jefe de Sección de la Diputación Provincial, con muchos trienios. Es un tipo serio, trabajador, discreto y aburrido. Los funcionarios jóvenes lo tratan con  respeto. Mas por miedo que por otra cosa. Y es que  D. Félix conoce todos los aspectos de su trabajo y puede salvar el trasero de cualquier novatillo.  No tiene muchos amigos. Quizás el único que se atreve a tomarse confianzas con él es Tomás, el chófer, que es de su edad y trienios.
 Con horario de ocho y media a tres, D. Félix dedica las tardes a llevar su casa, pues vive solo, a pasear, y a ver algún DVD  de cine clásico. Se acuests pronto oye alguna tertulia política o lee.
 Pero... nos estamos desviando del tema. Como decíamos hoy es domingo. Ya es cerca del mediodia y D. Félix, después del vermouth se pone en marcha.A esa hora la calle se vuelve un lugar inhóspito, llena de niños gritones y de perros con mala uva, especies ambas que él odia Se dirige a la floristería y, como siempre compra una rosa y velas perfumadas. Come ligero en otra de "sus" cafeterías y a las tres ya está en casa.
 Cambia la ropa de la cama, se vuelve a duchar, se afeita y se perfuma. Enciende la docena de velas, estrategicamente dispuestas, pone boleros de fondo, se sirve una copita de Oporto y espera...
 Ella nunca llega tarde. Es una misteriosa dama, algo mas joven que él, que posee un atractivo propio de la mujer de su edad, segura de sus armas. Tiene clase y se le nota. Procura no hablar demasiado con los vecinos en el ascensor, esquivando habilmente las preguntas de los mas maleducados. Llega al piso de D. Félix y solo tiene que llamar una vez. Los vecinos solo pueden atisbar una puerta que se abre y una penumbra con velas.
 Nadie sabe, a ciencia cierta, lo que pasa allí dentro. Pero durante cuatro o cinco horas el silencio tradicional del piso se convierte en risas casi infantiles, correteos, crujir de muebles, ruidos de somier y de cabecero golpeando la pared. Así hasta que, pasadas las horas, la misteriosa dama sale como ha llegado, quizás con un brillo distinto en su mirada, se monta en un taxi y desaparece.
  Unos piensasn que es una "profesional", pero otros, los mas experimentados, saben que no.Esa mujer lo visita por algo especial, afirman.
 Ajeno a estas tonterias D. Félix sale poco después de la dama. Lo sorprendente es que, entonces, saluda a los niños y juega con los perros. Y en su cara luce una sonrisa enorme.
 El lunes sale de casa a las siete, como siempre, con su gesto adusto, su ropa impecable y la esperanza de que el domingo llegue pronto

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