Paco

Sucedió hace un par de semanas. No llevaba mucho despierto cuando el teléfono sonó. Una voz me soltó la bomba: Paco ha muerto- me dijo, sin más-. Pero... ¿como? -acerté a decir, perplejo-, si hablé con  hace una semana.-Como si los dos hechos fueran icompatibles-.
 Conocí a Paco a principios del curso 2007. Me habían llamado, con urgencia, para cubrir la baja de una compañera en un instituto. Como bedel interino era el último mono en la cadena alimenticia en cuya cúspide se encontraba el profesorado.
 Después de presentarme al director me encontré a Paco en un pasillo. Tenía veinte años mas que yo, y llevaba muchisimo tiempo en aquel destino. Por eso, aunque  bedel, era lo que los jóvenes llaman ahora, "el puto amo". Lo primero que me dijo fué: "Tranquilo rapaz, vamos a llevarnos bien, ya verás. Cualquier cosa que necesites ya sabes".
 Cuando vives de hacer sustituciones y tus destinos han pasado la docena,te das cuenta de que los arquetipos se repiten. Está el agobiado, el vago, descarado, el conspirador, el quejica y está "el puto amo". Ese era Paco.   
Todos le tenían un gran respeto; nadie, ni el director, se atrevían a contradecirle. Lo sabía todo de todos. conocía a los ochocientos chavales por sus nombres y bastaba su presencia para zanjar cualquier disputa, por muy violenta que fuera. Porque no solo habían pasado por sus manos esos chavales, sino sus hermanos mayores y aún sus padres. Era capaz de identificar a cualquiera, genealogía incluida.
 Disfrutaba de su trabajo, del dominio sobre el mismo y del respeto  que despertaba. Enseguida le caí bien. Supongo que mi característico despiste le hizo gracia. Aprendí mucho en los seis meses que estuve con él. Pero las lecciones que mas me aprovecharon no tenían nada que ver con el trabajo
 Paco era un tipo hecho a si mismo. Antes de entrar en la administración había tenido trabajos diversos, incluso en la construcción. Era un tio muy vivido, amante de la juerga y de las mujeres, aunque era la seriedad personificada en el trabajo. No era un pelota ni un empalagoso. Decía que las demostraciones de afecto había que dejarlas para "las hembras". Y sin embargo destilaba una ternura masculina digna de un personaje de John Ford. Cuando quería a alguien no se lo decía, simplemente lo demostraba. Era leal como un personaje de Hawks y su sentido del humor era legendario, con una ironía digna de Wilder.
 Nunca podré olvidar aquellas charlas en conserjería, cuando los chicos estaban en clase, que el llamaba "sus cuentos". Si bien es cierto que exageraba notablemente, aquellas perlas de sabiduría eran una delicia envuelta en el mejor sentido del humor que he conocido. Socarrón, satírico... era inigualable.
 Porque Paco, además de "sus hembras", que, por cierto, "desaparecían" de la conversación cuando su mujer hacia acto de presencia y los demás nos dábamos cuenta de lo enamorado que estaba; sus otras pasiones, digo, eran la caza y la juerga.
 Cazador viejo, era capaz de levantarse antes que el sol los fines de semana, para recorrer cientos de kilómetros y cazar, que para él era vivir. Como también lo era contarlo el lunes, con todo detalle, para revivirlo. Y era esa pasión la única que podía ponerle nervioso. Recuerdo que la única vez que lo vi preocupado fué cuando me pidió que le cambiara una guardia porque se le terminaba el plazo para renovar la licencia de armas. Nunca olvidó aquel pequeño favor.
 Su otra gran pasión eran las cenas, "ir a las bodegas", que preparaba con todo detalle durante la semana, con su libretita donde apuntaba los comensales, y él se encargaba de todo. Disfrutaba más de la organización que de la propia cena. A mi enseguida me incluyó en su grupo. Comíamos, bebíamos y cantábamos, siempre dirigidos por Paco, tan popular en las bodegas como en el Instituto. Y es que, por aquellas latitudes, ser amigo de Paco, era la llave que abría todas las puertas.
 Así era él. Cuando la persona a la que yo sustitia cogió el alta yo cesé. Sin embargo Paco me siguió llamando para ir a las bodegas. Durante una temporada fuí, pero al quedarme sin trabajo dejé de hacerlo y la cosa se fué enfriando. Un dia, hablando con otro compañero de entonces me dijo: "Paco te echa mucho de menos". Pero como no me iba bien, un estúpido pudor me impidió llamarlo
 Me consta que, ultimamente, preparaba su jubilación con ilusión. Había reformado la casa familiar y en poco mas de un año se retiraría. Y el otro dia me llamó. Me encantó, incluso me emocionó. Me llamaba, como no, para invitarme a una cena que le hacían a una compañera que se jubilaba. Y lo peor es que no pude ir. Me fué imposible. No podía sospechar que habría sido nuestra despedida. Porque a los pocos dias su corazón, maltrecho en los últimos años y tan grande como falto de cuidados, se le paró para siempre. Y así nos dejó, con un agujero en el alma. Yo me lo imagino, en el cielo, si es que este existe, invitando a San Pedro a la gran bodega, mas allá de las nubes.
 No he podido ir a su entierro ni a su funeral. Mejor dicho, no he querido. Hay algo en esos ritos que me parece un pastiche, un acto de cartón piedra. Cuando pase un tiempo iré a su pueblo, localizaré su tumba, cerca del mar y , como hacian los griegos, vaciaré en la tierra una botella del vino que le gustaba, guardando un poco para mi y brindaré por la vida, es decir, por Paco.

1 comentarios:

Egeria dijo...

Vuelvo a leerlo y vuelvo a emocionarme, fueron tantas las veces que hablabas de Paco, que me daba la sensación de conocerlo yo tambien, disfrutaba cuando tu me relatabas lo que el decía "os seus contos".
Me gustaría acompañarte en ese brindis, pero creo que eso es acto íntimo entre Paco y tu, pero me lo imaginaré y volveré a emocionarme.

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