Lo primero que hacía mi padre, al despertarse, era asomarse a la ventana y tomar una decisión.Si el tiempo era bueno, o por lo menos dudoso- parece que va a abrir, sentenciaba- pronunciaba la frase mágica: ¡Vamos a la playa!. Y es que en estas tierras de Breogán, aún en Agosto hay que ser precavido.
La frase de mi padre, mas bien la orden, ponía en marcha toda la operación: Hacer pronto las camas, poner en funcionamiento la cocina, etc. Pronto la cocina olía a tortilla de patatas y a filetes "panaos". Yo estaba atareado buscando las aletas y las gafas de bucear que nunca aparecían hasta el último minuto.
¡Todos al coche!. Entonces entrábamos en aquel maravilloso 1430 amarillo cuya tapicería plástica no estaba hecha para el verano. ¡Y siempre la caravana!. No sé como se las arreglaba mi progenitor para, por muy temprano que saliéramos, encontrarse a miles de conductores con su misma idea y con un mismo rumbo.
Luego venía una hora de carretera "amenizada" por los éxitos del verano, que vendían en aquellos "cartuchos" mas grandes qe un DVD actual: Formula V, Los Diablos, Nino Bravo, etc. que cantábamos a coro con mas entusiasmo que vergüenza.
Antes de derretir la insufrible tapicería llegábamos a la playa. Y cuando digo la playa me refiero a el aparcamiento distante una barbaridad de la arena. Después, ataviados de forma estrafalaria- gorritos infames, camisas mejorables, bañadores imposibles y sandalias indescriptibles, llegábamos a la ansiada arena, donde otras familias se asentaban ataviadas de igual manera.
Enseguida al agua, perseguido por los consejos de supervivencia de los mayores, que, por supuesto, ignoraba. Entonces me convertía en un monstruo anfibio de película japonesa, asustando con mis peligrosas aletas y entusiasmo a cuanta señora con gorrito de flores me topaba.
Pero enseguida me cansaba y me quitaba las aletas para acercarme "donde no cubre" y liberarme de los pies de goma y del dichoso tubo de las gafas que nunca llegué a dominar. Entonces me didicaba a imitar al Dr. Cousteau localizando pececillos con mi visor científico- nuestras gafas de bucear-. Cuando notaba que las llemas de los dedos eran pasas volvía a la arena.
Con la respiración agitada llegaba al campamento familiar y me dejaba caer en la toalla respirando agitadamente mientras mi madre me amenazaba con un tarro de Nivea.
Entonces la ví. A unos metros a mi izquierda surgió del agua. ¡Una sirena!. Salió del agua con su cuerpo cimbreante, moreno y delgado. Sus rasgos eran suaves y emarcaban dos ojos negros azabache. su pelo se le pegaba adorablemente a la frente y a los hombros. Vestía un bikini de cuadritos azules y blancos cuya braguita se anudaba con lazos a sus caderas. Sus formas núbiles estaban ya definidas, lo que indicaba que era unos años mayor que yo. Sus piernas finas y ágiles se doblaron mientras inclinaba la cabeza ladeándola para secar de forma sensual su pelo negro y largo. Entonces me miró y sonrió. Se tumbó boca abajo dejándome ver aquellos pechos que entraron en contacto con la arena caliente. Esa arena que había quedado adherida a sus nalgas y piernas como una segunda piel, cuyo tono rebelaba su gusto por el sol. Me recorrió con su mirada sonriendo, hasta que se percató de la reacción de mi entrepierna y entonces soltó una risita. Avergonzado me puse boca abajo y ella, a modo de despedida, se enfundo en unas Ray-Ban de cristales verdes que acabo de encajar con un gracioso golpecito en el puente.
Me quedé dormido, con el sol acariciándome la espalda. Me despertó mi madre para comer. Entonces la busqué con la mirada pero la sirena ya no estaba. Por la tarde, durante las tres horas en que me prohibían nadar por los "cortes de digestión" la busque, playa arriba, playa abajo... Cansado me subí a un promontorio rocoso como un marinero que espera un regalo del mar. Nada.
Ya de vuelta, en el coche sonaba una canción de Rod Stewart.
"You stole my heart but I love you anyway
Maggie I wish I`d never seen your face
Ill get on back home one of these days"
Yo miraba absorto por la ventanilla mientras el atardecer me regalaba un cielo rosa y azul. Entonces mi padre me preguntó: ¿Y a tì que te pasa ahora?...
¿Como explicarle que había conocido a Maggie May?
¿Te supone el Año Nuevo un reto?
Hace 4 años
2 comentarios:
Qué tierno....es un relato precioso, salido de "Aquellos maravillosos años", pero mas nuestro, mas reconocible, el descubrir la sexualidad, ese primer amor, por supuesto platónico, ese enamoramiento que nos hacía sentir en una nube. Mi madre decía ¿pero qué le pasa a esta niña? está atontada, si ella supiera.....
Veo que has entendido perfectamente las claves del relato. Da gusto escribir para gente com tú.
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