La mañana de mi nuevo trabajo ha terminado. Son las dos y media de la tarde. Estoy cansado de ir de un sitio a otro del enorme edificio. La novedad, en grandes dosis, y porénésima vez, es agotadora. Nuevos departamentos, nuevas caras, todas fijas en "el nuevo". Sonrisas forzadas. De todo ello quería huir en aquella hora libre antes de volver. Pero mi cansancio pudo más y me refugié en la cafetería de al lado. Los demás tuvieron la misma idea
En la calle este inusual otoño primaveral luce en todo su esplendor.La cafetería es un tubo cavado en un edificio. Muy moderno, eso si. Muebles de diseño, taburetes en vez de sillas y colores chillones en las paredes que harían las delicias de Almodóvar y de una amiga mía que considera lo kitsch elegante. En lo alto la inevitable televisión quiere dar las noticias, pero una radio musical, a gran volumen, se lo impide. En las mesas se distribuyen grupos de compañeros míos que se delatan por sus miradas inquisitivas y sonrisas de plástico. Otra de las mesas la ocupa una quinceañera con portátil que no pierde detalle, del ordenador. Mas allá una pareja se mira cansinamente sin mucho que decirse. En la barra un señor de mediana edad toma un café mientras ojea la prensa del dia, lentamente. Parece que demora el momento de volver a casa para comer. En otra mesa una mujer de mirada sexy me mira por encima de su libro, al que, por desgracia, vuelve demasiado pronto.
Aparece una camarera. Una chiquita diminuta, con un uniforme varias tallas superior a la suya, que timidamente me pregunta lo que voy a tomar.¡Afortunadamente el garito no es tan moderno como para haber renunciado a las tapas!. Eso sí, las sirven en esos extraños platos cuadrados tan de moda.
En esto oigo la discusión airada de dos tipos que necesitan actualizar su vestuario, una ducha y un corte de pelo. Como quieren hacerse notar lo mejor es que no lo consigan.
Saco mi libro y la lectora sexy me sonríe con los ojos, desde el suyo. Suspiro y empiezo a leer.Una hora de descanso puede ser muy corta.
De repente algo estalla en ni oido. La chillona voz de mi compañero. Aquel que unas horas antes había decidido, no entiendo por que,"adoptarme". Toda la mañana intentando impresionarme con sus conocimientos de la empresa y sus trucos para sobrevivir en ella. Menos mal que otros, viendo la jugada, se dedicaron a hacer chistes a su costa. Quizás un poco ruelmente... O quizás no, pues no habiendo tenido bastante ahora me ha perseguido hasta mi nuevo refugio. ¡Que larga puede ser una hora!
¿Te supone el Año Nuevo un reto?
Hace 4 años
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