Aquí estoy, en este trastero, olvidado para siempre. Acabo de cumplir un siglo de vida.
A otros; personas y objetos, entidades, etc, se les celebra tal acontecimiento por todo lo alto. A mí no.
Yo, que lo había sido todo. Me fabricaron en Toledo y me compró un médico rural allá por 1910. Con mi alma castellana de acero protegido por madera de la mas noble estirpe. Acompañé a mi dueño por caminos y senderos inseguros, peligrosos, incluso. Siempre fiel, siempre presto a la defensa. Nunca tuvo que usarme mas que para apoyarse, cuando los años lo fueron venciendo.
Luego fuí heredado por su hijo. Ni fué mèdico ni se sentía inseguro por esos caminos de Dios. Como participó, muy joven, en la guerra civil, en el bando vencedor, se llevó a casa un arma de fuego. Recuerdo, decía él, de sus dias de soldado (como si una tragedia semejante mereciera ser recordada).
Total, que yo languidecí en el trastero de la casa, que además tuve que compartir, con el tiempo, con el infame arma de fuego. De esas que matan a distancia, sin ningún tipo de honor ni gloria.
Con el tiempo, el nieto de mi comprador, un chico muy "moderno", me heredó y no supo que hacer conmigo. Desconocía mi historia y mi espìritu. Quizás por eso me ha humillado dejando que las termitas se apoderen de mi cuerpo y busquen, insaciables, mi alma de acero.
Pero parece que no todo está perdido. La cuarta generación está creciendo. Es un crío simpático y travieso al que apasionan las lecturas de capa y espada y que un día preguntó a su padre por mí. Este no le respondió y el espabilado chaval, desde aquella , realiza visitas clandestinas al trastero. Entonces me coge con curiosidad, en sus manos, descubre mi alma metalica y la contempla fascinado. Despuès de todo es posible que aún el destino me conceda una oportunidad
¿Te supone el Año Nuevo un reto?
Hace 4 años
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