España es un país en el que se habla muy poco del trabajo de sus soldados en el exterior, en las misiones que costeamos con nuestros impuestos y bajo bandera de la ONU, la OTAN o la UE. Las informaciones que llegan a nuestros medios de comunicación se centran en ataques y bajas, y, en la mayor parte de las ocasiones, en las contradictorias señales emitidas por un gobierno español que un día dice una cosa y al siguiente anuncia su contraria, confundiendo a la opinión pública en ámbitos tan serios como la política de Defensa y la acción exterior.
Hace mucho, por desgracia, que en nuestro país se asentó una mentalidad acomplejada que impide llamar a las cosas por su nombre. Se pasó así de una dictadura militar a una democracia civil retraída, en la que el Estado y la sociedad debían sentirse casi incómodos al exhibir sus símbolos nacionales. Una sociedad coartada en la que los políticos regional-nacionalistas hicieron su gran agosto para imponer sus nuevas identidades localistas. En este marco de democracia acomplejada, elementos básicos de la acción exterior nacional, como las propias Fuerzas Armadas y aquellos profesionales que las integran, han sido una de las principales víctimas. Algo idéntico se podría decir de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, que a su vez prestan su servicio en el exterior desde hace ya muchos años como parte de las mismas misiones internacionales.
La información que ha llegado a España en los últimos años, y muy especialmente con el actual gobierno, evita exponer la realidad de las operaciones militares sobre el terreno, en escenarios tan complejos como el Líbano o (muy especialmente) Afganistán. La misión de la OTAN en este país, se desplegó bajo el nombre ISAF y con la autorización de la ONU, como es preceptivo. El gobierno español desde 2004 ha hablado de esta operación como de “una misión de la ONU”, para ocultar el papel de la OTAN a la opinión pública: otra de las grandes contradicciones de un gobierno que paga su parte alícuota del coste de la Alianza, pero que luego se declara “no atlantista” sin sonrojarse siquiera.
Las noticias militares que nos han llegado de Afganistán desde 2004 hablan de pilotos de helicópteros de combate españoles que estrellan sus aparatos por error sin haber sido atacados por nadie, de accidentes de tráfico con consecuencias graves, de repartos de ayuda humanitaria, de entrenamiento de policías afganos, y de ataques de los Talibán en un país cada vez más inhóspito a pesar de que llevamos casi una década desplegados sobre el terreno con nuestros aliados europeos y del resto del mundo.
Al regreso a España, nuestras autoridades han escondido a los heridos más graves en los actos oficiales y en líneas generales nuestros gobernantes han conseguido mantener a nuestros ciudadanos (y por lo que parece, incluso a nuestros parlamentarios) alejados de la misión de la comunidad internacional en Afganistán. Un nuevo lío de los “yanquis”, del que se sabe poco, se entiende menos, y hasta los más finos recomiendan salir.
Nosotros hoy vamos a hablarles de la realidad que nos ocultan nuestros responsables políticos. Una realidad testaruda que muestra la generosidad, la grandeza y el inmenso valor de nuestros soldados, los profesionales que sirven en las Fuerzas Armadas de España en la misión de la OTAN en Afganistán. Ciudadanos españoles y extranjeros que han decidido servir a nuestra democracia defendiendo sus colores y demostrando al mundo que somos un aliado respetable, por nuestro esfuerzo y compromiso sobre el terreno. Como siempre en la historia de nuestro país, esto es lo que ha salvaguardado la reputación de España, muy a pesar de la acción de nuestros gobernantes.
En acciones como la más reciente del 1 de febrero de 2010, tras el ataque talibán que costó la vida a nuestro soldado John Felipe Romero Meneses (colombiano de origen), nuestras tropas demostraron de lo que están hechas, de lo que son capaces, y dejaron el pabellón muy alto. En su misión de protección de un convoy de ayuda humanitaria, repelieron el ataque talibán en Sangatesh, y, con el apoyo de helicópteros italianos de la OTAN, combatieron desde sus obsoletos blindados y a pie frente a un enemigo adaptado al terreno. En una reacción ejemplar, tras ser atacados incluso desde el pueblo al que poco antes habían suministrado ayuda humanitaria, nuestros soldados se reorganizaron, evacuaron a sus heridos, contraatacaron y causaron varias bajas al enemigo, antes de regresar a su base.
Como tantos españoles que han combatido por su país a lo largo de la historia, nuestros soldados en Afganistán no piden mucho: tan solo respeto, que se les proporcionen los medios necesarios para llevar a cabo su labor en nombre de España, y que se diga la verdad en nuestro país sobre el tipo de misiones que acometen. No necesitan pompa ni cohetes de artificio, solo apoyo y el agradecimiento debido de la sociedad a la que sirven con honor en condiciones a veces muy precarias.
Desde estas líneas, queremos hacerles llegar nuestro apoyo y reconocimiento, nuestro compromiso por alzar la voz para defender sus justas reclamaciones. Queremos que sepan que muchos sabemos que sus helicópteros no se estrellan por errores suyos, que sabemos que su esfuerzo e incluso la perdida de sus vidas no son en vano. Queremos que sepan que entendemos lo que hacen y por qué lo hacen, y sobre todo que estamos agradecidos y muy orgullosos de ellos
Francisco García y Álvaro Ballesteros
Artìculo publicado en la web de UPyD el 10 de Febrero
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