Mar de Arena






Tenía el día libre. Despuès de una semana de seguir un escándalo político de tercera, y una vez publicado, el director me dijo que me fuera a casa a descansar.A primera hora de la mañana, con la noticia en los quioscos y, entre aromas de panaderìas horneando, me fuí, dejàndome caer en la cama, agotado. Me proponía estar todo el día durmiendo.
No sé cuanto tiempo pasaría, pero no mucho, cuando sonó el teléfono. Juanan, soy el redactor jefe.¿Estas despierto?.
- ¡Coño, ahora ya no!. Pero estoy de día libre, amenacé mas que advertí.
- Ya se, ya se..... Oye tu estuviste en el Sahara,¿no?.
- Bueno, estar ,estar...Estuvo mi padre destinado. Yo solo viví dos veranos cuando niño.
- Ya. Como siempre estas hablando de aquello y tienes esas pegatinas del Polisario en tu mesa......
- ¿Que es lo que quieres, jefe?, le corté malhumorado
- Ha surgido algo. Una saharaui está en el aeropuerto de Lanzarote. Se niega a moverse y se ha declarado en huelga de hambre. Y tengo que mandar a alguien.¿Vas tú o mando a otro?
Ya estaba sentado en la cama. Como un resorte las palabra Sahara me había espabilado de repente.
- Ni se te ocurra mandar a otro
- Me lo imaginaba -risitas- En una hora te quiero en el aeropuerto. Te llevas a Yañez, el fotógrafo. Te espera alli
En una hora estaba con Yáñez "desayunando" en el bar del aeropuerto.
El vuelo fué cómodo, con transbordo en Madrid. Cuando llegamos al aeropuerto de Lanzarote ya había revisado la parte de mi infancia que pasé en Tenerife, en el Campamento de Hoyafría, a donde habian destinado a mi padre despuès de la retirada del Sáhara.
Enseguida encontramos a la señora saharaui. De apariencia frágil, como todos los héroes, la habían confinado en un cuchitril para equipajes pues había sido expulsada de Marruecos quitàndole el pasaporte, con la seguridad, fundada, de que el gobierno español no haría nada para molestar a la dictadura del sultán.
Se sorprendió cuando la saludé en Hassania; Sabah El-Jer,Skifak?.
Le hice la entrevista,que mi redactor-jefe había concertado mientras yo volaba, a la que respondió con voz queda y dulce. Parecía muy tranquila y decidida. Estaba claro que ni Marruecos ni España podrían con ella.Mientras tanto mi fotógrafo hacía su trabajo. Le deseé suerte, recogimos y nos disponiamos a irnos. Cuando ya le dabamos la espalda, una voz grave y profunda me llamó:
-Cam Andac Min Sanna?(¿Cuantos años tienes ya?)
Entonces un rayo impactó en mi columna y me paralizó. ¡No podía ser¡
Me dí la vuelta por reflejo y lo ví. Estaba allí, frente a mi. Habían pasado 35 años, yo tenía 44 y el ¿quince más?. Había engordado pero sin perder la forma física, su pelo entrecano estaba todo y todavía lucía su barba de chivo, en una cara quemada y surcada por arrugas: Daoud Ben Hassani,
Cabo 1º de la Agrupación de Tropas Nómadas, Grupo II con base en Aargub,ordenanza y mano derecha del Capitán de la Plana Mayor, o sea , mi padre.
Yo había llegado a Villacisneros, la población mas cercana a Aargub, en el verano de 1973, con mis ocho años recién cumplidos. Como regalo por "haber aprobado todo" iba a pasar el verano en el Sahara. Mi padre había convencido a mi madre, que vivia conmigo en Tenerife, para pasar el verano con él. Mi madre tenía algo de miedo pero una promesa era una promesa. En el barco comencé a arrepentirme entre mareo y mareo, pero al fin llegamos. En el "puerto" nos esperaba, en un Land Rover 109 de la Agrupación, un cabo "indígena" que se cuadró ante mi madre como un palo y se presentó: Cabo Ben Hassani, a sus òrdenes.
Yo estaba encantado. Había visto "Lawrence de Arabia" en la tele, y ahora lo estaba viviendo. Cuando mi padre no estaba inspeccionando patrullas me enseñaba el cuartel. ¡Con que respeto le saludaban aquellos "arabes"¡. Enseguida el cabo Daoud me adoptó, con la anuencia de mi padre. Me llevaba a camello, aunque ahora ya no patrullaban en ellos, ante el pánico de mi madre. Me iba a recoger pronto a casa y en el Land Rover me acercaba a las aldeas de los alrededores.¿Pero, cuantos parientes tenía aquel tipo?. A veces veíamos amanecer mientras me contaba leyendas del desierto , como aquella que dice que Alá le dió al guerrero del desierto el caballo para que no envidiara al viento. Me enseñó a sobrevivir en el desierto,a guiarme por las estrellas,a balbucear el hassania, a prepara té, incluso, sin que lo supiera mi madre, a cazar gacelas. Yo lo adoraba. El me llamaba "pequeño guerrero".
El año siguiente hice un curso impecable y volví a Aargub. No lo sabía pero serìa el ùltimo. Aunque a mis 9 años no lo percibía, algo habia cambiado. Ya no salíamos como antes. Mi padre estaba mas tiempo fuera y Daoud, ahora Cabo 1º iba siempre armado.
Al final de ese verano me despedí como me había enseñado: Salam Nubi! (Adios Amigo). Entonces, con un gesto que solo màs tarde entendí, se sacó de su uniforme un botón con el emblema de las tropas nómadas y me lo dió.
Nunca volví a verlo. El verano siguiente, 1975, las cosas estaban muy mal y mi padre no me llevó. Agarre tal enfado que estuve llorando y sin comer algunos dias.Pero como a todos los crios, la "crisis" me duró poco.
En el otoño volví a ver a mi padre. Regresaba a Canarias definitivamente. Fué la ùnica vez en mi vida en que lo vi llorar.Frente a la ventana repetía entre dientes ¡Que vergüenza, Que vergüenza¡. Entonces le pregunté. Me dijo que ya no podiamos volver al desierto.Que nunca volveriamos a ver a Daoud, que ya no era soldado, que lo habíamos traicionado......No lo entendí.
Mi padre nunca fué el mismo. En su nuevo destino de Tenerife empezó a beber. A punto de perder la carrera y la familia, se recuperó. Entonces nos vinimos al norte, a Galicia. Allì ascendiò en una vida monòtona de guarniciòn hasta que se retiró a finales de los noventa.
En cuanto a Daoud, me contó que el dìa que se disolvió la unidad se internó en el desierto para unirse al Polisario. Llegó a ser un importante jefe militar de la organización. Fué capturado en una de las ofensivas contra el muro marroquí. Torturado hasta el umbral de la muerte, los marroquies se ensañaron especialmente cuando le descubrieron el tatuaje de las Tropas Nómadas en el antebrazo. Agonizante, fué rescatado por los suyos. Con la "paz" fundó una familia en Tinduf. No me lo dijo, pero estoy seguro de ello, que ahora formaba parte del servicio de inteligencia del Polisario. Nos despedimos con lágrimas en los ojos. Le propuse escribir su historia pero me miró escèptico. Al ir a pagar la consumición se me calleron las llaves, cuando observò que el llavero no era otro que el emblema de las Tropas Nómadas que me habia regalado, le acariciò suavemente. Quise regalárselo pero me reprochó que un hombre del desierto nunca devuelve un regalo.
En el avión, sobre el òceano, mi fotografo intentaba alegrar mi triste expresión, elogiando las caderas de la azafata. No sabía que yo no estaba allí, que estaba lejos, en el mar de arena.


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